“No hay palabra mal dicha, sino mal comprendida” y yo agregaría y mal leída.
Así las cosas, en mi editorial del 6 de agosto titulado “La guerra entre los vacunados y los no vacunados” exponía de manera entre jocosa y seria, las diferencias de actitudes de los que se han vacunado contra los que optan por no hacerlo.
No estoy en contra de la vacuna, pero si en contra de la actitud que se ha tomado contra los que no quieren ser vacunados.
“Desafortunadamente” hay quienes han tomado el rábano por las hojas y quieren tergiversar los argumentos presentados en el editorial, dándoles otra connotación, bien porque no leen o no saben interpretar lo que leen, bien por la mala intención que los acompaña, o por envidia, cosa a la que estoy acostumbrada.
He escuchado a comentaristas, que desinforman, cuyo razonamiento se basa en opiniones no en hechos y sin embargo se han dado a la tarea de calificar de irresponsables, y otra serie de adjetivos a los que tienen una opinión diferente a la de sus pensamientos.
De todos es sabido que tanto el COVID-19 como las vacunas y la vacunación han sido politizados. Desde la administración del ex presidente Barack Obama comenzó la división entre la población y la polarización del país que ha llegado hasta nuestros tiempos y por supuesto las contradicciones entre las autoridades sobre la pandemia ha hecho el resto.
Los que llegamos a este país en la década de los 60 hemos visto el cambio y la transformación que a través de los años ha ido sufriendo la nación. En aquel entonces había respeto a la opinión de los demás, los medios de comunicación presentaban los hechos imparcialmente para que los lectores, oyentes o televidentes formaran sus propias conclusiones. Se hacia un periodismo serio y responsable, mi distinto a lo que vemos ahora.
Todo ha cambiado, cualquiera puede pararse detrás de un micrófono o delante de una cámara de televisión, y arremeter, sin ningún razonamiento, contra los que piensen de una manera distinta a la de ellos.
El intercambio de ideas, y la diversidad de opiniones han pasado a ser cosas del pasado, no hay balance en la información, simplemente se basa en el pensamiento del comentarista de turno, porque sencillamente no hay profesionalismo.
La crítica, o los comentarios o como quieran llamarlos son aceptados cuando se hacen con respeto, todavía en nuestro sistema democrático se puede disentir de una opinión y debatirla con el contrario de frente, profesionalmente.
Pero bueno, no es la primera vez, ni será la última que me enfrente a semejante situación.
Mirta Luaces
Editor
mluaces@laguianews.com