La noticia de la muerte de dos jóvenes policías hispanos en la ciudad de Nueva York, ha dejando una estela de luto, en una ciudad que se ha visto convulsionada por la violencia que parece no tener fin.
Los policías Jason Rivera de 22 años y Wilbert Mora de 27, cumplían con su deber, cuando respondieron a una llamada de violencia doméstica en un vecindario de Harlem, ambos fueron emboscados por el hijo de la victima que pidió ayuda, Rivera murió durante la confrontación y Mora a consecuencia de las heridas recibidas, cuatro días más tardes, el agresor también resultó muerto durante la balacera.
Eric Adams el recién electo alcalde de Nueva York, quien durante décadas fuera miembro del cuerpo armado, siendo capitán del Departamento de Policía de Nueva York, prometió durante su campaña, que haría una ciudad más segura, dijo el lunes que Nueva York se enfrenta a “una crisis de salud pública”.
El alcalde Adams en su discurso, entre otras cosas, habló sobre la reforma a la policía y pidió a las autoridades federales, ayuda para eliminar las armas en la ciudad.
Nueva York, no es la única ciudad que está sufriendo de “una crisis de salud pública”, podemos decir que todo el país está bajo esa epidemia.
La crisis no es nueva, surgió hace mucho tiempo, con la desintegración de la familia, el amor libre, la aprobación del uso de “drogas recreacionales”, la falta de respeto a los padres, maestros y autoridades, en fin donde todo es permitido, las reglas a seguir no tienen sentido y el cumplimiento de la ley es un estorbo.
El comportamiento ciudadano comienza con los valores que se aprenden en el hogar, donde las normas establecidas por los adultos, son seguidas por los hijos con amor y respeto, ese comportamiento se aplica a la escuela y se continúa de adulto con el respeto a las leyes y las autoridades.
Según las estadísticas de Officer Down Memorial Page, en el 2021, 487 policías perdieron la vida en el cumplimiento del deber, en el 2022, hasta el momento, nueve uniformados han fallecido en las misma circunstancias.
Alcalde Adams, la culpa no las tienen las armas, la culpa la tienen los que defienden a los delincuentes y no a las víctimas, los que piden la reducción de recursos para que las autoridades no puedan combatir la criminalidad, en los fiscales que aplican una reforma judicial, reduciendo los cargos imputados por delitos, disminuyendo las fianzas para mantener a los delincuentes tras las rejas y reduciendo las penas de cárcel.
No importa cuántos programas se implementen, cuanta ayuda federal se pida, si no tratamos de recuperar los valores perdidos iremos de mal en peor.
Mirta Luaces
Editor
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