Durante toda la semana, la grey cristiana, conmemora la pasión y muerte de Jesucristo.
A partir de las escrituras del Nuevo Testamento, los apóstoles de Jesús, han hecho un relato histórico, del paso del Cristo, desde su entrada victoriosa, por el camino que baja del Monte de los Olivos a Jerusalén el 9 de Nisán, hasta su encarcelamiento, juicio y muerte el 14 de Nisán en el Monte Calvario.
El relato bíblico, muestra en el libro de Lucas, como para el 10 de Nisán, el pueblo escuchaba sus enseñanzas, despertando el recelo de los escribas y los sacerdotes principales, que lo veían como un enemigo. Continúa el relato, que aunque trataron de hacerle caer en su hablar, no pudieron, pues tenía Jesús respaldo de la muchedumbre.
Si seguimos leyendo las escrituras, y nos adentramos en el proceso judicial que lo llevó a la muerte, veremos, como la traición de uno de los discípulos, lo llevó al encarcelamiento y la corrupción imperante de aquellos tiempos, lo condenó a morir.
Aunque Jesús, sabia la suerte que le esperaba, sabía que todo lo sucedido era cumplimiento profético, tenía que morir de esa forma, para redención de los pecados de la humanidad.
Pero las circunstancias que rodean las condiciones actuales no difieren mucho de la conducta de los humanos de hace casi dos milenios.
Vemos, como en nuestros tiempos, cuando alguien realiza una buena labor, con frecuencia se le critica y hasta se miente para desacreditar el buen trabajo, o como los que a base de mentiras lograr escalar alguna posición, ceden a intereses creados. Le dan cabida a la envidia, en vez de preocuparse por superarse y tratar de ser un mejor ser humano.
Cuantas veces vemos a quienes representan una comunidad, olvidándose de los mismos a los dicen representar y ocuparse más de las ganancias personales, que esa representación pueda significar.
Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús, que debían hacer para ser parte del reino de Dios, Jesús les contestó, que solo dos cosas tenían que hace” amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”.
El mundo actual se ha olvidado del amor a Dios y qué decir del amor al prójimo.
Mirta Luaces
Editor
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